Mucho se ha dicho de los espacios que poco a poco hemos ganado como mujeres en la sociedad, aquellos que nos fueron negados por generaciones y que con el tiempo hemos ocupado demostrando nuestras capacidades físicas e intelectuales ilimitadas. Pero ya poco se habla de aquel lugar donde históricamente fuimos clave para el desarrollo de la sociedad, la cocina. Este lugar por mucho tiempo representó nuestra limitaciones laborales y económicas, pero fue éste lugar donde nacería la energía de naciones y sociedades, las manos que alimentan no son unas manos sin importancia, son manos que dan vida.
En la fotografía se ve representada la actividad de la alimentación por una mujer cabeza de hogar llanera, oriunda de los llanos orientales colombianos, lejos muy lejos de etiquetas sociales ella es un eslabón importante de su familia, brinda la energía que día a día le da la vitalidad a un esposo que labra la tierra y a una hija que crece, y que muy probablemente crecerá en una sociedad un poco distinta a la de su madre.
Se hacen campañas por mostrar a mujeres fuera de este espacio, ya no estamos allí, hasta nos ofendemos e intentamos sacar nuestro cerebro de la cocina como símbolo de emancipación, pero no, este espacio mas que limitación es un eje, ya sin genero, ya de todos los géneros, un espacio, de familia y de compartir, y que como ella debe ser valorado en nuestro pasado histórico y en nuestra historia futura.
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